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Tempestad. Giorgione

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La tempestad. Cuadro de Giorgione     Ha llovido.   Alguien toca el arco iris mientras se inclinan las hojas de los álamos hacia el abismo de la belleza.   A lo lejos, la ciudad viste su geometría con una antorcha de rayos. Y un olor profundo a oxígeno resbala por los árboles, por mi frente, por las raíces. Resbala... elevándose en vapores de musgo.  Lo huelo... Y me sereno. Respiro hondo...     Estoy empapada, pero feliz. Me quito el vestido. Mi niño está hambriento. Un pastor nos contempla. Se acerca, nos ofrece amablemente su casa.     --No es necesario. Estamos bien -le contesto-.  Mi hijo es la sed de los árboles; y yo soy el cielo que los nutre: la Tempestad.  El pastor se aleja desconcertado.  Se vuelve un instante para mirar a la mujer y al niño, pero en su lugar no hay nadie: sólo un vacío fragante, que llega hasta él con el olor descontrolado de la lluvia.                                                                                          ***

El arco iris. Millais. La niña ciega

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                                                             John Everett Millais  --¿Qué cómo es el arco iris?  No sé qué decirte, hermanita. Tú nunca has visto los colores y no imagino cómo verás el mundo. Quizá por los sonidos, por el tacto...  El arco iris es bellísimo. Hoy tiene una luz extraña que el campo, los cuervos, los árboles, yo, ¡y todos! sentimos. Es suave, tibia, se mete por dentro del cuerpo como una caricia...  El arco iris... es mi mano ahora. Siéntela. Te quiero con todo mi alma dentro de cada dedo. Y mi amor llega por tu piel, a ti. ¿Lo notas, notas ahora el arco iris, hermana? --Sí, lo noto, lo noto.. mi pequeña. Tú eres el arco iris. 

Catedrales góticas

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Catedral de Milán   GÓTICO Contra el azul eléctrico de los siglos despuntan líneas sin marco, lanzas, picos, silbidos, trompetas, estallando en los ángulos de la piedra. Y clamando glorias quedan las estatuas entre el devenir de los días; cantando odas de llama las eternas bocas ojivales. Gótico, cascada invertida, color traspasado de nube, trino místico,  nervio de ángel, triunfal oración. *** Catedral de colonia, fachada y estatuas

Matias Quetglas. El Deseo

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Pintura: Matias Quetglas DESEO Entre dos cortinas de humo, la carne abundante atravesada de rosas penetra otras carnes. Le llaman deseo. Pero su verdadero nombre sólo se encuentra en el río que huye. *

Vladimir Kush. Hiperbólica

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                              Mariposas, por Vladimir Kush Qué es este locuaz gemido de ballenas. Qué ondea alborotando el sueño de los gatos, qué ha roto los tímpanos de las mariposas; qué retumba por los túneles del topo como un ejército, qué va alzando las olas hasta la evaporación. Qué inmensa fortuna es esa que alquila al cielo su azul; qué aglutina ángeles en misiones de infinito; qué está persiguiendo la misma sombra de Dios. Es sencillo. (El silencio se recoge sus faldas y camina de puntillas....) Soy feliz, nada más. *

Denis Sharazin y... La forma del vacío

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  Pintura: Denis Sharazin     LA FORMA DEL VACÍO Despertó. No podía moverse. La muerte tiraba de su mano con una succión devastadora. Luego de su brazo.  Y de su pijama. Y de su cama. Y de su mujer en la cama; Y de su casa... Y de su madre, que en ese momento preparaba gachas... De su gato Ilu, de sus amigos, de su barco, de su bonsai, de su país, de su planeta Tierra... Todo su mundo entero fue tragado por la muerte.  Pero a él no se lo llevó. Quedó flotando en el espacio, vivo, solo, contemplando en sí mismo la pavorosa forma del vacío. 

Paisaje de John Brett y un cordero perdido

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                                                        Pintura: John Brett. 1858   CORDERO PERDIDO Un balido hiere el aire de cascabeles. Rebota tiernamente en las montañas. La brisa silba su independencia mientras un águila  planea...  Miro al cordero;  él no lo sabe. Le soplo una sonrisa de plumas. Y e l azul de mis ojos se deshoja por su lomo.  Pero no lo sabe.  Bala, bala su angustia  una vez más...  A lo lejos, su madre lo escucha -Y retumba un latido entre los pinos.  Y retumban unos pasos por las rocas...-.  Las nubes se adhieren a la cima como mi mirada al cordero.  Pero él no lo sabe.  La madre tampoco. Ni el sol que nos alumbra lo sabe... Siempre, todos nos andamos buscando. ***