Tempestad. Giorgione

La tempestad. Cuadro de Giorgione
  


 Ha llovido. 

 Alguien toca el arco iris mientras se inclinan las hojas de los álamos hacia el abismo de la belleza.

  A lo lejos, la ciudad viste su geometría con una antorcha de rayos. Y un olor profundo a oxígeno resbala por los árboles, por mi frente, por las raíces. Resbala... elevándose en vapores de musgo. 

Lo huelo... Y me sereno. Respiro hondo... 
 
 Estoy empapada, pero feliz. Me quito el vestido. Mi niño está hambriento. Un pastor nos contempla. Se acerca, nos ofrece amablemente su casa. 
 
 --No es necesario. Estamos bien -le contesto-. Mi hijo es la sed de los árboles; y yo soy el cielo que los nutre: la Tempestad. 

El pastor se aleja desconcertado. 
Se vuelve un instante para mirar a la mujer y al niño, pero en su lugar no hay nadie: sólo un vacío fragante, que llega hasta él con el olor descontrolado de la lluvia.


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